Para los expertos, la educación virtual implica un profundo cambio social, económico y político, porque es una nueva mirada al conocimiento; por ello el principal reto de este tipo de formación, pese al crecimiento de su demanda en el país, sigue centralizado en ganar prestigio y reconocimiento entre la sociedad y la misma academia.
De hecho, uno de los grandes cuestionamientos que hay alrededor del e-learning es sobre su calidad, comparada con la del modelo presencial. También se cree que la educación online tiene un número menor de contenidos y que la dedicación que se debe brindar es más baja que cuando se adelanta de manera presencial.
Y nada más alejado de la realidad, como lo indica Elías Contreras, decano de la Facultad de Estudios en Ambientes Virtuales de la Universidad EAN.
“Por ejemplo, los contenidos de una maestría virtual y los de una presencial son los mismos, por lo que la dedicación, en principio, es la misma. Además, las características de esta clase de formación obligan a los estudiantes a un mayor autocompromiso y una dedicación más intensa para sacar adelante su titulación. Solo la disciplina hace esto posible”, dice Contreras. Lo anterior abre otro gran reto y es controlar la deserción y el fraude académico.
Jordi Solé, director de OBS Business School, una de las escuelas de negocios con formación virtual más reconocidas del mundo, señaló que existen bastantes sistemas para asegurar el control de fraude, como los biométricos hasta de control de periféricos pasando por caducidad de sesiones, control de software, entre otros.
En el caso de deserción, Andrés Núñez, director general de Ilumno, cuenta que esta red tiene un centro de operaciones en el que trabajan más de 300 personas que realizan distintas tareas, entre ellas acompañar al estudiante desde el momento que muestra interés por formarse hasta que se gradúa del pregrado o posgrado.
“Para evitar la deserción tenemos sistemas para detectar bajo rendimiento académico, ausencia en las clases, problemas personales y hasta desinterés, entonces, cuando encontramos una de estas problemáticas, un grupo de profesionales diseña estrategias para darles solución”, dice Núñez.
Colombia le está apostando a la educación virtual. Así lo evidencia la creciente demanda, que en los últimos años aumentó en un 500 por ciento.
Según cifras del Ministerio de Educación, en el 2010 eran 12.000 estudiantes los que se educaban en esta modalidad y en el 2015 eran 65.000. Así mismo, informa la cartera educativa, la oferta de programas virtuales se ha multiplicado por cuatro en el mismo periodo, pasando de 122 a 487 en todos los niveles formativos.